Si no salta la chispa, no hay nada que hacer. No se leen los clásicos por deber o por respeto, sino sólo por amor.
Ítalo Calvino
Ante todo disculpen que titule en inglés una entrada de
blog escrito principalmente en español pero quería conservar la frase tal y
como la oí en una serie americana que probablemente muchos conocerán, llamada
"Gilmore Girls" o "Las chicas Gilmore".
La serie trata sobre la vida de una madre soltera y
su hija adolescente. El argumento se centra en el proceso de crecimiento de la
hija, Lorelai "Rory" Gilmore, una devoradora de libros empedernida
que sueña con estudiar en Harvard. La frase en cuestión significa
"Bueno... ¿Qué es mucho?" y es lo que le responde un chico a Rory
cuando él admite haber leído un libro más de cuarenta veces tras haber dicho
que no solía leer mucho.
No sé ustedes, pero yo que he sido una de esas niñas
para las que un castigo de una noche sin leer suponía una auténtica condena al
infierno (normalmente quebrantada con la ayuda de una linterna y una tienda de
campaña hecha de sábanas), que conocía personalmente al bibliotecario porque
siempre le permitía llevarse algún libro más de lo estipulado y al librero de
la universidad, que siempre se sorprendía de la ingente cantidad de libros que
le compraba, me he hecho alguna que otra vez esta pregunta.
Desde que tengo uso de razón, mi vida ha estado
rodeada de libros. A los tres años, incapaz de contener mi curiosidad por lo
que la gente era capaz de descifrar en aquellos extraños dibujitos negros sobre
el papel blanco, le pregunté a mi madre qué significaban y desde ese momento no
he podido dejar de indagar el significado de un libro tras otro. Indagar
porque, no lo olvidemos, el autor sólo escribe la mitad del libro. La otra
mitad, la que hace que los personajes sean de carne y hueso y vivan en nuestra
memoria debe ser capaz de completarla el lector en su recorrido por las
páginas.
Poco después de aprender cómo se podía saber qué
ponía en todas aquellas páginas cosidas y unidas mediante una portada descubrí
otra de mis grandes pasiones: el cine. La primera película que vi en una sala
fue "La Bella y la Bestia", la versión de Disney. Por supuesto mi
escena favorita de la película fue la de la biblioteca. Nunca pude entender por
qué Bella sigue empeñada en visitar el ala oeste del castillo cuando le han
ofrecido ver la biblioteca. A mis cinco años de entonces, yo habría sido
perfectamente capaz de vivir en una biblioteca como Matilda o la niña de la
biblioteca de "La Banda del patio".
Porque el único defecto que tienen los libros es
que enganchan. Empiezas a descifrar el negro sobre blanco cuando eres apenas
una cría y devoras cuentos de hadas. Creces y descubres los libros de
aventuras. Y ya de adulta, decides leer algún libro clásico y te das cuenta de
que hay demasiados como para leerlos en una sola vida.
Entonces empiezan las listas. Listas que pueden ser
personales o generales. Cuando son generales se las llama canon y están consensuadas
entre un montón de teóricos y estudiosos de teoría de la Literatura ¿Y cómo van
a elegir los teóricos de la Literatura tus historias? Escogidas por azar,
capricho, riguroso orden alfabético, temático o por países, las historias forman
parte de la experiencia vital y seguramente influirán en qué países quieres
visitar, dónde quieres vivir o quiénes son tus amigos.
La primera vez que un niño juega con otro no hace
más que recrear lo que le han contado. El ser humano se alimenta de historias. ¿Cómo saber cómo relacionarse con otro ser
humano? ¿Cómo saber cuándo está angustiado, triste o decepcionado? ¿Cómo saber
cuándo variar el rumbo de nuestra vida o lanzarse a perseguir gigantes sobre un
caballo imaginario? ¿Cómo desear o luchar por cosas que ni siquiera sabemos que
existen?
Me gustaría añadir que cuantas más historias se
leen mejor se entiende al ser humano. Pero no es así. Con frecuencia, cuanto
más se lee, más queda por leer. Cuanto más se sabe, menos se entiende.
En este intricado laberinto compuesto por los
libros que se leen en una vida se pueden buscar hilos de Ariadna en forma de
listas de clásicos o recomendaciones de profesores pero nunca pretender que
nadie nos lleve de la mano. Nadie mejor que uno mismo sabe cuáles son los
paisajes que más le gustan, aunque para ello tuviera antes que aprender a
caminar de la mano de alguien.
Así que... "¿Qué es mucho?" En cuanto a
lecturas se refiere, lo que es mucho o poco depende enteramente del lector y de
sus infinitas posibilidades.
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