viernes, 24 de enero de 2014

Los Miserables: una epopeya francesa

ADVERTENCIA: En este post se desvelan detalles importantes de la trama de Los Miserables, de Víctor Hugo, incluyendo el final. Si no lo habéis leído aún, mejor guardad este post para cuando lo hayáis hecho. 


Este libro es un drama, cuyo primer personaje es el infinito. El hombre es el segundo

 Víctor Hugo

Todo lector que se precie ha leído al menos una vez en su vida a los grandes autores franceses del siglo XIX: Gustave Flaubert, Honoré de Balzac, Stendhal y sobre todo Víctor Hugo. Con grandes autores no me refiero sólo a su grandeza literaria y artística, que también, sino a las grandes proporciones de sus obras magnas.

En concreto Los Miserables, de Víctor Hugo tiene muy pocas ediciones en un solo tomo e incluso cuando se edita en dos, cada uno alcanza cerca de las mil páginas (1.002 el primero y 742 el segundo en mi edición de bolsillo de Random House Mondadori). A lo largo de esta larga novela, el autor puede permitirse explayarse tanto como para dedicar un primer libro entero a la descripción de la vida de un obispo que no volverá a aparecer en toda la obra tras ese primer libro. 
"Por supuesto -estaréis pensando- Don Bienvenido Myriel es importantísimo para el resto de la obra aunque no aparezca más que en este primer libro". Así es. El magnánimo obispo es un personaje importantísimo y eso es porque Los Miserables está escrita a modo de la epopeya clásica de la antigua Grecia.



La epopeya tradicional griega supone la narración de una serie de acciones ejercidas por un héroe, representante de las virtudes de un pueblo y que deben quedar fijadas en la memoria colectiva. Estas acciones suelen ser guerras (La Ilíada) o viajes (La Odisea). La característica más destacada de la epopeya es su extensa longitud, debido a la cual se divide en rapsodias o cantos.

Pero empecemos por el principio: el desencadenante de la epopeya es generalmente un dios enfadado, torpe, infiel y otras múltiples variantes de comportamiento que afectan a la vida de los seres humanos no divinos (recuérdese como ejemplo el inicio de la Ilíada: "Canta, oh musa, la cólera del pélida Aquiles" con lo que todo el poema está estructurado en torno a la ira del dios Aquiles y sus consecuencias para la guerra de Troya).

Ahora volvamos con Don Bienvenido Myriel. Si Víctor Hugo dedica un libro entero de su obra a alabar sus múltiples virtudes y a decir de él que era un santo es porque está deificando la figura. El obispo aparece sólo en el primer libro pero representa la salvación de todos los personajes de la obra. En primer lugar y principal, la de Jean Valjean, ya que el obispo es el único ser en el mundo que lo acoje en su propia casa y le da una oportunidad cuando nadie más lo hacía.
Además de eso, con la promesa que obliga a cumplir a Jean Valjean, éste se convierte en salvador de Cosette (tras haber sido parte de su perdición y de su orfandad al provocar el despido de su madre Fantine).
La salvada Cosette, a su vez, se convertirá en salvadora de Marius, siendo su aliciente y motivo para sobrevivir durante el ataque en las barricadas.
El mismo Jean Valjean en persona, lleva posteriormente a un moribundo Marius bajo el alcantarillado de París, salvándole la vida.



De este modo el obispo Myriel, a través de un gesto y una promesa, se convierte en el salvador de los tres personajes: salvador directo de Jean Valjean y, por extensión, de Marius y Cosette.
Con ello ya tenemos al obispo actuando como una deidad con poder externo (la promesa de Jean Valjean) para influir en la vida de tres seres humanos no divinos (por no mencionar al condenado al que Jean Valjean salva la vida revelando su verdadera identidad ante el tribunal).

Además del deus ex machina inicial (un procedimiento teatral por el cual un Dios proveniente de fuera del escenario marcaba la vida y el destino de los personajes implicados en la historia), en Los Miserables, como en la epopeya o la tragedia griega (Aristóteles afirmó en su Poética que ambos géneros sólo se distinguían en su longitud), tenemos una anagnórisis final.
La anagnórisis, o reconocimiento, suponía el descubrimiento por parte de un personaje de datos desconocidos para él hasta ese momento. Este descubrimiento, se realizaba hacia el final de la obra y podía referirse a la propia identidad del personaje, la de sus seres queridos o la de algún personaje de su entorno más cercano. Su revelación alteraba la conducta del personaje (recuérdese como ejemplo la anagnórisis o revelación final en la tragedia Edipo rey, de Sófocles).

La anagnóris se produce en Los Miserables hacia los capítulos finales, cuando Ténardier visita a Marius para decirle que fue Jean Valjean quien la salvó la vida a través de las alcantarillas. Esta revelación, por supuesto, altera la conducta de Marius. Recuérdese que al descubrir que Jean Valjean era un preso, lo había condenado a no ver nunca más a Cosette. En los últimos momentos de vida de Jean Valjean, Marius corre a su lecho de muerte y le agradece todo lo que hizo por él y el haberle dado la posibilidad de vivir una vida plena y feliz al lado de su hija Cosette.



Así pues, Los Miserables, como una epopeya griega, se inicia presentando a un Dios (el obispo Bienvenido Myriel) que será artífice de toda la historia y finaliza con una anagnóris que altera la conducta de uno de los personajes principales y que lo hace descubrir mejor quién es él mismo. Aunque este hecho no evite la muerte de Jean Valjean, pues como toda buena tragedia (recordemos nuevamente que para Arsitóteles la tragedia y la epopeya sólo se distinguen en su longitud), la obra termina con su muerte. De haber sido una comedia, la obra simplemente habría terminado con la boda de Marius y Cosette ("Todas las tragedias concluyen en una muerte; todas las comedias terminan en un matrimonio", Lord Byron).

Ahora bien ¿Es simple casualidad u homenaje particular de Víctor Hugo que su obra magna tenga la misma estructura que una epopeya griega? No. La gran novela realista del siglo XIX procede directamente de la epopeya tradicional griega y de hecho también se la conoce como epopeya del héroe vulgar, ya que mantiene las características de la epopeya griega pero elimina la figura del Dios, que se sustituye por la providencia, el destino o el equilibrio de acontecimientos positivos y negativos que toda novela contiene en sí misma (si observamos la cita de Víctor Hugo que encabeza este post podríamos llamarlo, en sus propias palabras, el infinito) y sustituyendo la figura del héroe clásico dotado de las múltiples virtudes que representan a un pueblo por el héroe de clase media o antihéroe (sustitución que se aprecia perfectamente en el Ulises de Joyce).

Resulta posible y muy ilustrativo tomar cualquier novela y rastrear sus características básicas hasta volver a su germen original, al primero de los géneros tradicionales que le dio vida y descubrir que, en realidad, los géneros tampoco han cambiado tanto desde entonces. Sólo se han adaptado, en mayor o menor medida, a nuestros tiempos. 

No hay comentarios :

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...