domingo, 21 de julio de 2013

La novela de caballerías: nacida como inspiración


Tal vez la caballería nunca existió antes de los libros de caballería, o directamente sólo existió en los libros.

Ítalo Calvino

Todos tenemos una idea más o menos aproximada de lo que es un caballero andante. Nos hemos formado una imagen mental a partir del ideal del rey Arturo y sus caballeros de la mesa redonda o por contraste a través del entrañable loco Don Quijote.






Aunque la primera aparición de Uther y Arthur Pendragon en Literatura se debe a Geoffrey de Monmouth en su Historia de los reyes de Britania (escrita entre 1130 y 1136), la novela de caballerías en sentido estricto llegó a su mayor auge en la segunda mitad del siglo XII con las novelas de Chrétien de Troyes. Novelas que supusieron la aparición del rey Arturo como personaje literario en el sentido que hoy lo conocemos.

Las historias secundarias como los amores adúlteros de la reina Ginebra con el caballero Lancelot no aparecieron hasta el ciclo conocido como Vulgata, escrita ya en inglés pero en las cuatro novelas del autor francés que suponen el inicio del ciclo artúrico (Erec et Enide, Lancelot, el caballero de la carreta, Yvain, el caballero del león y Perceval o el cuento del grial), ya aparecen configurados el mítico reino de Camelot y su inquebrantable sentido de la justicia, la reina Ginebra y los caballeros más importantes de la mesa redonda como Lancelot, Perceval y Gavain (o Yvain).




En Francia, el género caballeresco declinó lentamente tras las obras maestras de Troyes, mientras que en Inglaterra se extendió hasta la muerte del mismo rey Arturo en La muerte del rey Arturo, de Thomas Malory en 1485. Tenemos así un género que nace con el nacimiento del rey Arturo en el siglo XII y muere con la muerte del rey en el siglo XV.




Precisamente durante el siglo XII se producía en la Historia de Europa la época de las cruzadas por motivos religiosos y la difusión del ciclo artúrico provocó que éste se utilizara con afán propagandístico a lo largo de todas ellas, con lo que se equiparaban los caballeros que aparecían en ella a dioses, ya que la Literatura de carácter religioso era la única que hasta entonces había hecho mella en la vida de la gente. La novela de caballerías se convirtió así en el primer género profano capaz de influir en la vida cotidiana, aunque el rey Arturo no fue el único en equipararse a los dioses, algo que Virgilio ya había intentado no con un rey literario, sino con el auténtico emperador romano Augusto en su Eneida.

En su origen, las mismas profecías del gran mago Merlín no eran un rasgo de un personaje dotado de magia y habilidad de predecir el futuro sino un discurso esperanzador para el pueblo bretón en sus luchas contra los normandos. Un Dios inventado capaz de asegurar que todo saldrá bien y que los hombres podrán regresar a sus casas sanos y salvos.




En el caso de España, la Reconquista y la expulsión de los judíos de la península, se siguieron considerando parte de las cruzadas, por lo que éstas no terminaron hasta finales del siglo XV (1492). Paralelamente, la novela de caballerías vivía un renacimiento o epílogo en Italia y España, ambos países interesados en que las heroicas historias de los caballeros andantes siguieran sirviendo de inspiración a sus propios caballeros durante la larga Reconquista.
Lejos de dar por finalizado el género en 1492, el descubrimiento de América, ocurrido en octubre del mismo año, aún fue considerado en España como un epílogo de la Reconquista, sobre todo por el intento de conversión al cristianismo de los habitantes de las nuevas tierras descubiertas.

Así pues, no sólo el género de caballerías siguió gozando de popularidad en España durante todo el siglo XVI, sino que fue en éste en el que se escribieron las mejores obras. Como el Amadís de Gaula, que fue usado continuamente por los conquistadores españoles para describir la grandeza de las nuevas tierras descubiertas. Especialmente la belleza de grandes imperios como el azteca, algo tan maravilloso y tan distinto a lo que podía encontrarse en Europa que únicamente se podía recurrir a la Literatura de fantasía para tratar de describirlo. La novela de caballerías ya no servía únicamente como modelo inspirador de la conquista americana, sino como modelo de descripción de las maravillas encontradas y ni siquiera necesitaban la figura del rey Arturo, que llevaba muerto un siglo en las páginas de Malory, para usar al mago Merlín como su propio Dios de papel, como un profeta capaz de indicar que todos los sufrimientos presentes llegarían a un final feliz.

Cruzadas, Reconquista, conquista americana... la Literatura española no parecía tener nunca bastantes novelas de caballerías, siempre había un nuevo reto, una nueva causa a la que inspirar. Y con el rey Arturo muerto, un rey cuya vida había supuesto el nacimiento y la muerte del género en países como Francia e Inglaterra, hubo que crear un caballero loco por tratar de poner en práctica hazañas de un siglo anterior. Enloquecido, como la propia España, por la excesiva lectura de aventuras sobrehumanas. Un caballero lo bastante loco como para seguir viviendo anclado en un pasado ideal: el de la España del descubrimiento de América y las novelas de caballerías pero lo bastante cuerdo como para darse cuenta de que lo que necesitaba la Literatura española era una dosis de realidad y unos cuantos sueños caballerescos menos.

Este caballero, que no es otro que Don Quijote, construyó sus propios ideales a través de unos libros llenos de fantasía, creados para servir de faro de esperanza en una época convulsa de guerras. Don Quijote, único en su especie, será el último caballero en una época (la España del Renacimiento), en la que los ideales eran excesivamente ambiciosos y ya no era posible vivir conforme a las ideas de amadises, aunque hubieran sido salvados de la hoguera por el cura y el barbero.


¿Fue la evolución de la novela de caballerías la natural de un género literario o nacieron los caballeros andantes de tinta y papel para inspirar a hombres de carne y hueso ambiciosas conquistas? Quizás el rey Arturo nació gracias a algo más que la necesidad de Uther e Igraine de tener hijos o Don Quijote murió de algo más que de melancolía por ser un Alonso Quijano cualquiera.  

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