jueves, 16 de diciembre de 2010

Altazor: Filosofía para explicar una guerra


[Altazor.jpg]

En 1914, con el estallido de la primera guerra mundial, el mundo se desmorona. Los ideales éticos y morales de la humanidad parecen ahora insuficientes, todo lo que el hombre ha creado durante su larga vida de evolución se destruye ahora como un castillo de naipes bajo los ojos aterrorizados de los que presencian el genocidio.

Los avances científicos alcanzan un punto álgido con la teoría de la relatividad de Einstein, provocando que coordenadas indiscutibles hasta el momento como el tiempo y el espacio dependan de la mirada del observador.
La filosofía sustituye la tendencia esencialista, que busca el ser inmutables de las cosas, por un existencialismo que mata a Dios para otorgar al hombre libertad absoluta y responsabilidad antes sus actos.

El primer canto del poema, ya empieza dejando a Altazor sin referentes ni coordenadas, empieza negando todos los valores anteriores a la época:

Estás perdido Altazor
Solo en medio del universo
Solo como una nota que florece en las alturas del vacío
No hay bien no hay mal ni verdad ni orden ni
Belleza
¿En dónde estás Altazor?

“No hay bien no hay mal ni verdad ni orden ni belleza” en un solo verso, Altazor ha negado los valores entendidos como superiores en la época modernista.
O bien en este verso:


La muerte se ha dormido en el cuello de un cisne
De este modo, queda establecida la doble interpretación que ofrece el poema:

-          Como un juego verbal y experimental, mediante el cual el poema se constituye como manifiesto creacionista, llegando a los límites de su propio “ismo” y como todo manifiesto, negando los preceptos del movimiento anterior.
-          Como un poema metafísico, un vanguardismo agónico en el que subyace la filosofía existencialista y según el cual, se niegan todos los valores anteriores a la gran guerra. Se trata de empezar de cero, borrar de un plumazo todas las ideas preestablecidas porque han dejado de ser útiles y establecer un nuevo bateau ivre o engaño onírico.

Ambas posibles interpretaciones no son incompatibles, y de hecho se complementan entre sí para conformar un poema que admite el elemento lúdico del lenguaje y que juega con los dobles significados, a la vez que se aprecia un existencialismo pesimista que niega toda posible evolución del hombre para buscar, no una verdad universal, sino un nuevo engaño secular, una nueva falacia a la que aferrarse para no caer al vacío como el poeta Altazor en su paracaídas.

La estrella en la que queda enganchado el poeta con su paracaídas, representa el vientre materno, el origen de la vida, el nacimiento del hombre. Mientras que este mismo paracaídas está constituido por las ideas preestablecidas antes de la guerra:

El que cayó de las alturas de su estrella
Y viajó veinticinco años
Colgado al paracaídas de sus propios prejuicios

Ah la hermosa vida que preparan las fábricas
La horrible indiferencia de los astros sonrientes

Habitante de tu destino
¿Por qué quieres salir de tu destino?
¿Por qué quieres romper los lazos de tu estrella
Y viajar solitario en los espacios
Y caer a través de tu cuerpo de tu cenit a tu
Nadir?

Al irte dejas una estrella en tu sitio

Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos cayendo

Además de eso, el mar simboliza el caos, el desastre que se ha instalado en la vida humana:

El universo se rompe en olas a mis pies

Se rompió el diamante de tus sueños en un mar
De estupor

El poeta se refugia en su propio mundo para no morir, para no suicidarse. La tierra, donde se sitúan el resto de los hombres ajenos al poeta simboliza la muerte y la caída en paracaídas desde la estrella hasta la misma tierra se puede tomar entonces como la muerte. Y en este viaje, esta caída hacia la tierra, el vació o la nada entra el juego la identificación del poeta con Lucifer:

Eres tu tú el ángel caído
La caída eterna sobre la muerte

Soy el ángel salvaje que cayó una mañana en
Vuestras plantaciones de preceptos

Y voy andando a caballo en mi muerte
Voy pegado a mi muerte como un pájaro al cielo

La caída es -en el sentido de la herencia retórica- alegoría del curso natural de la vida. Pero el paracaídas- que se inserta históricamente en la serie de implementos técnicos- desde las alas de Ícaro hasta los propulsores actuales de los astronautas- introduce una intervención, una mediación técnica que aminora no sólo la velocidad física de la caída, sino que retarda o más bien dilata el paso del tiempo y -en el desdoblamiento de la reflexión o proyección de sí mismo y lo otro- permite ver y verse a sí mismo, fragmentariamente, en representaciones estáticas arrastradas por un devenir que nunca es alcanzado totalmente

La interpretación del poema como juego lúdico queda concretada en los siguientes versos:

Y puesto que debemos vivir y no nos suicidamos
Mientras vivamos juguemos
El simple sport de los vocablos

 Mediante esta premisa, el poema de Huidobro se hace cada vez más abstracto e intuitivo, si en el canto primero deja traslucir gran parte de su significado sin demasiada dificultad, al iniciarse el canto cinco, el poeta advierte “aquí comienza el campo inexplorado” y realiza una retórica cada vez más compleja que culmina en los cantos sexto (compuesto sólo de palabras sin ilación) y sobre todo, séptimo (formado únicamente por sonidos).
La primera guerra mundial es lo que ha llevado al hombre, al superhombre nietzscheano Altazor, a renegar de sus ideas anteriormente establecidas, a oponerse a todo aquello que los ha llevado a la gran guerra. En general, todas las coordenadas establecidas, y que quedaron destruidas a partir del propio Nietzsche; Einstein y Freud. En particular, las ideas asociadas a la doctrina cristiana:

Morirá el cristianismo que no ha resuelto ningún
Problema
Que sólo ha enseñado plegarias muertas
Muere después de dos mil años de existencia
Un cañoneo enorme pone punto final a la era
Cristina
El Cristo quiere morir acompañado de millones
De almas

Parece evidente, tras los versos citados, la influencia de Friedrich Nietzsche en Huidobro, fue Nietzsche quien afirmó “fe significa no querer saber la verdad” y también quien acusaba al mismo Dios de provocar la guerra:


El viejo Dios inventa la guerra, separa a los pueblos, hace que los hombres se destruyan unos a otros (los sacerdotes tuvieron siempre necesidad de la guerra). ¡De la guerra, que, entre otras cosas, es una gran perturbadora de la paz de la ciencia! ¡Oh cosa increíble! No obstante la guerra, la ciencia, la emancipación del poder del sacerdote, aumentan. Y una última decisión se presenta al viejo Dios: El hombre se ha hecho científico; no sirve, hay que ahogarlo.

También fue el filósofo alemán el que hizo esta desconcertante afirmación: “Es necesario llevar en sí mismo un caos, para poner en el mundo una estrella danzante.”

 Altazor se constituye como un superhombre nietzscheano:

Muertos están todos los dioses, ahora queremos que viva el superhombre
He sabido por azar lo que significa Zarathustra, a saber, estrella de oro. Este azar me encanta. Este juego de imágenes caos-fuego-constelación reúne todos los elementos del mito de Dionisos. O más bien estas imágenes forman el juego propiamente dionisiaco. Los juguetes de Dionisos niño; la afirmación múltiple y los miembros o fragmentos de Dionisos lacerado; la cocción de Dionisos o lo uno afirmándose en lo múltiple; la constelación llevada por Dionisos, Ariadna en el cielo como estrella danzante; el retorno de Dionisos, Dionisos dueño del eterno retorno.
Desde este punto de vista, el poeta tiene muchas similitudes con el Zaratustra desengañado de la vida que Nietzsche nos muestra. La estrella danzante Ariadna, si tenemos en cuenta el significado literal que adquiere la diosa hoy en día, “el hilo de Ariadna” significa salir de un laberinto o de una serie de errores sucesivos. Se puede aventurar que estos sucesivos errores son en este caso, las ideas anteriores a la época de Huidobro.

Siguiendo este hilo mitológico, Altazor constituye además de un Júpiter (un Júpiter en su atalaya, como un Altazor en su estrella) un Ícaro (el que cayó al vacío por intentar ir más allá, tan cerca del sol, que se derritió la cera de sus alas) un Prometeo (el dador del fuego de los dioses a la raza humana; un fuego, claro, que en este se entiende como cultura) o incluso un Ulises (según esta similitud, la odisea ulisíaca y la altazoriana son comparables).
Por lo que se refiere a Einstein, el poema entero es una negación del tiempo y el espacio como valores universales. Altazor está perdido en el espacio, en un vacío indeterminado en el que, por supuesto, ni siquiera se escucha la música tan ansiada por el poeta. El tiempo tampoco parece importar demasiado, ya que Altazor nació “a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo” y en ningún punto del poema se indica el tiempo transcurrido, excepto para indicar el número de años que lleva el cristianismo gobernando la razón de los hombres.
Se constata que además de las múltiples referencias culturales de su tiempo, con multitud de ejemplos, como el que sigue:

En el tapiz del cielo se juega nuestra suerte


Altazor se siente tan perdido en su inmenso espacio, que incluso desconfía del nuevo Dios, de la ciencia, desconfía de lo asegurado por Einstein: “Estoy convencido de que Dios no juega a los dados”, evidentemente, “el tapiz” remite al tapiz sobre el que se juega a las cartas o a los dados, a juegos de azar, en definitiva, no regidos por el intelecto humano.
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1 comentario :

  1. Sirve bastante ésta explicación para ubicarse sobre lo que uno lee

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